Unidad 4. Apartado 4.1.
Comunicación oral y escrita: La entrevista. "Dícese del género periodístico consistente en el intercambio dialógico entre el entrevistador y el receptor objeto de la entrevista...".
-Digo, chicos, que casi me parece más adecuado y revelador a la hora de transmitiros el contenido de esta unidad que os hable de una entrevista real y de las circunstancias, a veces surrealistas, que rodean el encuentro entre un periodista y su entrevistado...".
Ellos ya sabían que antes que profe fui durante unos años periodista y que, en la primera etapa, desarrollé mi trabajo en un periódico de difusión nacional, en su sección de Cultura y Espectáculos.
Viví de una manera muy intensa, apasionada, aquellas primeras experiencias en la gran ciudad. No fue fácil hacerse con el ritmo de Madrid. Me sentí muy pequeña en sus calles, en el metro, entre sus gentes de costumbres alineadas y alienadas. Para alguien llegado de "las provincias", el abrumador asfalto y el frenético ritmo urbano alteraban las íntimas constantes vitales.
El trabajo representaba un plus de estrés y, aunque parezca contradictorio, de satisfacción. No todo el mundo tiene la oportunidad de escribir a diario sobre las novedades en materia literaria, musical, artística...
Yo era novata en todo, como periodista y como ciudadana del subterráneo madrileño. Cada nueva vivencia hacía que se me encogiese un poco el corazón. 250 gramos de pánico escénico, otro tanto de obligado y arrebatado aprendizaje, 100 gramos de osadía, cerrar los ojos... Y ¡salto mortal! Esto mismo sentí el día en que mi redactor jefe, Jesus Calero, me llamó a su mesa, puso un grueso libro recién llegado de la editorial entre mis manos y me dijo: "Mañana tienes que entrevistar a Antonio Gala, en el Hotel Ritz a las 11,00...". " ¿Cómo dices? No es posible; yo no he leído este libro, no me veo capaz de improvisar una entrevista... ". Jesús me miró con ojos de "es lo que hay".
"No creáis que siempre hemos tenido wikipedia a golpe de click, chavales. En mi pisito compartido de Madrid, en 2002, sólo había una penosa conexión telefónica a internet (dará fe mi amiga y compañera Cristina Slm); ni adsl ni fibra. La única manera de no hacer el ridículo ese día era hojear el libro, tirar del fondo de armario de conocimientos teóricos de literatura y rezar algo contundente. Antonio Gala es un escritor de largo recorrido en nuestras letras, además de un personaje de fuerte temperamento, que no dudaría ni un tanto en abrir la caja de los truenos en cuanto oliese la mediocridad e ineptitud de su entrevistador; al menos así lo imaginé yo en aquella interminable noche en la que releí los relatos breves (afortunadamente breves) que componían la obra "Los invitados al jardín".
Con los años creo que he terminado por convertirme en una mujer con decisión y confianza. Ha sido un proceso lento de maduración. Aquel día, el de mi primera entrevista, no sentí determinación ni seguridad alguna en mi interior. No obstante, salí de casa bien equipada (o eso creía) con mi bloc de notas, mi grabadora con casette y pilas y mis vales de taxi para poder trasladarme hasta el mismísimo Paseo de Prado".
- "Profe, ¿y cómo es el Ritz?"
- "Tan nerviosa estaba que entré por sus imponentes puertas como una burra en un garaje, me abalancé sobre el mostrador de recepción y me presenté, con voz entrecortada, como la periodista que venía a entrevistar a Gala...". Ja, ¡cómo si fuera la única!. " Suba por aquella escalera hasta la suite número xxx (la memoria suele olvidar los datos menos relevantes) y espere a que la atienda la agente de la editorial...".
Tragué saliva, miré en derredor, lámparas de araña, piano de cola al fondo, en la cafetería, y me dispuse a subir, entre el pavor y el orgullo vanidoso de creerme especial por poder hacer aquel trabajo. ¡Ja, ja! Se diluyó mi emoción cuando vi que el compañero de La Razón salía de la suite de Gala, acompañado de un fotógrafo, mientras se despedía con excesivo comadreo de la chica de la editorial. A mis ojos parecía que todos estuvieran acostumbrados a estos trances literarios. En aquel momento debí menguar unos cuantos centímetros de estatura y otros tantos de talla intelectual.
Aquella resuelta muchacha que gestionaba los tiempos y tempos de las entrevistas a Gala me hizo pasar a un barroco saloncito, contiguo a otra estancia en la que lucía una fastuosa cama con dosel. Todo terciopelos, todo bodoques y encajes... Tomé asiento en un silloncito que me pareció diocechesco, por lo menos, y esperé con tembleque mi "ejecución como periodista". "De ésta, olvídate maja, te vas "pá Murcia" desterrada, ¡al tiempo!".
Entró con pausado movimiento. Se sentó en el extremo del sofá. Nos separaban muchos años; yo estaba lejos, lejísimos humana y literariamente hablando de aquel hombre. Una mesa baja hacía las veces de muro de contención y, para aligerar o atragantar (según se vea) el encuentro, una bandeja de pastitas de té. ¡Para comer estaba yo! Era lo que me faltaba; apenas alcanzaba a tragar saliva sin atragantarme como para masticar una galleta de mantequilla y guinda.
"Ejem, don Antonio... Que digo yo que...". Él contestaba; yo no sabía sin confiar en la grabadora y dejarme deleitar por su melodioso tono o ir tomando notas en el cuaderno; quizá escribiendo resultase más auténtica mi entrevista. ¡Nooo! Mírale a los ojos, tonta, que vas a parecer tonta! Vale, miro. Ay, qué tembleque, pero si este hombre se apoya con amanerada y estudiada pose sobre su bastón, como en las parodias de Martes y Trece!! Qué elegante ese pomo de marfil en forma de perrito! Madre de Dios, voy a empezar a reírme, si alguien me viera por un agujerito... ¡¡Los nervios!! Escucha, respira hondo, sosiega, que está diciendo cosas muy bonitas, el amor, el jardín del amor, los amantes como invitados al jardín... Yo sólo podía pensar en la cadencia de sus amaneradas palabras, en su bastón, en el jefe que me había mandado a esta contienda sin chaleco "anti-Gala". Debería estar aprovechando esta gran oportunidad y yo sólo reparaba en los absurdos detalles del escenario... ,¡Qué entrevista tan larga y qué atropello emocional el mío! "El amor es como un perrillo que viene a buscarte, a enredarse entre tus piernas", decía Gala. Y a mí su sugerente metáfora, en el irreal contexto de su suite, me provocaba risilla interna...
Todo terminó. Me despedí con un sudor frío por la espalda. Bajé casi rodando por la escalera, sin ver el momento de alcanzar la puerta y respirar el aire de la calle. Llamé a mi taxi. Ahora tocaba llegar hasta la redacción y acatar órdenes en cuanto a la extensión y la ubicación del texto en el periódico.
Mientras llegaba el taxi, rebobiné mi cinta para poder comprobar que la grabación estaba ahí. ¿Ahí? Al darle al "play", una letanía casi ininteligible comenzó a escucharse, como cacofonía infernal. ¡Habían fallado las pilas! Increíble. Primera entrevista, Emilia, y vas a hacer el ridículo por unas pilas. Encima de que he ido sin fotógrafo (y sin móviles smartphone para inmortalizar), voy a rematar el desastre con este documento sonoro.
Llegué a la redacción. Sin atender a nadie me dispuse a reconstruir mi entrevista de entre los sonidos fantasmales de mi grabación, mis notas escritas y mi memoria evocadora. Tres columnas salieron al final. Respiré tranquila y me sonreí satisfecha. "Tampoco han estado tan mal las preguntas y a él parecían basta interesarle... Creo que no se ha dado cuenta de mi ignorancia y que mi risa interna no se ha hecho notar...".
Casi ya de noche, Calero, el jefe, me dijo: " Emilia, qué pena, cuántas noticias ha habido hoy. No podrá salir más que media columna sin foto ". ¿Media columna? ¿¿¿Media columna después de este episodio??? Se me derrumbaron los palos del sombraje. No me había dado cuenta de que mi entrevistado escribía para otro diario nacional y que, en el código mediático, "nosotros" no teníamos entre las prioridades dar publicidad a los escritores del "otro lado". No había mayor compromiso tampoco con la editorial. Es el proceder habitual en los medios de comunicación, pero yo era aún muy ingenua y cándida.
Me sentí muy frustrada y tonta. Hasta que una profesora, Ana María Vigara, me propuso publicar la entrevista íntegra en la revista literaria digital de la Universidad Complutense. Y allí sigue colgada (OS pongo el enlace por si a alguien le pica la curiosidad). Aquella experiencia sirvió para curtirme en esas lides periodísticas y para perder el miedo a mí misma, la peor enemiga en estos casos de bloqueo neuronal.
Emoticón wink
La primera obra que leí de Antonio Gala fue "Anillos para una dama", en mis años de instituto. Desde aquella arrebatada y pueril entrevista que le hice asumí el propósito de incrementar la lista de títulos. Curiosamente, hace apenas unos días he tenido ocasión de leer por primera vez un bello soneto de Gala, compartido por Isabelle G. Molina. Lo reproduzco porque me ha emocionado mucho el descubrimiento del poeta:
“Condena”
A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe
y de acero reclamo mi cadena.
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe
y de acero reclamo mi cadena.
Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.
No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia, porque, en este
proceso a largo plazo
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo".
proceso a largo plazo
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo".
Y, como colofón, la gran pregunta: "Profe, ¿y qué me tengo que estudiar de esto para el examen? Nos dices qué hay que subrayar para saber lo importante...?".
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