jueves, 14 de enero de 2016

Llanto de arena y sal



Dibujo de María Santamarina González, 2º de ESO: "Representa el amor de todas las madres hacia sus hijos".
Se va acercando el final de un año que nos deja cifras desoladoras. Según informan las Naciones Unidas, hasta el mes de octubre de 2016 han muerto o desaparecido en el Mediterráneo al menos 3.800 personas; de media se traduciría en unas 12 al día.

Huyen de la guerra, del hambre y de la miseria. Se lanzan con los ojos cerrados a un peligroso periplo que, tras cruzar en muchos casos medio continente africano, les termina dejando en manos de unos desalmados que trafican con sus vidas.

"Seguid las luces, que allí está Europa; allí os recogerán". Y, así, montados doscientos donde sólo caben ochenta, amontonados (adultos jóvenes, pero también mujeres, embarazadas o con niños pequeños), se adentran de noche al encuentro con la muerte. El que dirige el rumbo hacia la luz no sabe que, en el horizonte, no hay más que unas plataformas petrolíferas que distan aún mucho de las costas europeas. Tampoco sospecha que, antes incluso de alcanzar esas luces, el motor del "dingui" dará de mano, porque sólo le pusieron combustible para poder recorrer la quinta parte del trayecto. Y ninguno de los doscientos soñadores imagina que ni Europa es un paraíso ni sus gobiernos abren fronteras al que arriba a sus playas. Para aquellos que los equipos de rescate devuelven a tierra, el destino les reserva aún mucho sufrimiento y precariedad.

Como la educación en valores es un tema transversal en las aulas y resulta necesario acercar otras realidades a los alumnos para combatir la indiferencia y alimentar la empatía hacia el desfavorecido, he compartido estos días el texto "Llanto de arena y sal". A través de esta historia he tenido ocasión de explicarles un drama actual (dos mil personas han perecido en la última semana) que pone en entredicho la protección de los Derechos Humanos por parte de los gobiernos democráticos.

En la segunda parte de la actividad han sido los alumnos los que han redactado sus propios relatos o artículos, demostrando una sensibilidad admirable en niños de su edad. Varias alumnas han preferido plasmar sus emociones a través del dibujo y la acuarela. Muchos ya conocéis este texto, publicado a principios de este año, pero os invito a que volváis a él, sobre todo para ver los nuevos trabajos de estas alumnas. A mí me han encantado. ¿Qué opináis vosotros?

Ana Martín Blas, 2° ESO.


LLANTO DE ARENA Y SAL

"...Vida mía, ¿por qué cierras los ojos? ¿Duermes…? Debes estar agotado del viaje. Déjame que te limpie la carita de arena y sal. Te cantaré como a ti te gusta, suavecito, esa nana que me enseñó a mí mi abuela y a ella, su madre. Tienes las manitas heladas; las yemas de tus dedos están demasiado arrugadas. No me asustes; esa piel morena tuya se me antoja ahora azul, casi violeta, como ese mar furioso que ahí recela.

 ¿Por qué nos fuimos, dices? Yo fui de raza soñadora, ¿sabes? Crecí descalza, bruñida al sol, con los huesos pegados al alma y a la piel de tanta escasez, escasez de agua, escasez de grano, escasez de carne para alimentar nuestra negra estirpe. El cuerpo enjuto, pero siempre colmada de los espíritus de mi tribu, del fuego, de la tierra seca, del cielo limpio de nubes y de lluvia. Si uno siente el calor de los suyos, la música y la danza rituales, no importa el hambre, no importa el calor asfixiante o el frío de la choza.

Tienes el pelo pegajoso, pobrecito mío, tantos días sin apenas comer ni beber. ¡Qué endemoniada leche iba a salirme para saciar tu sed! ¿Sientes calor? Esta arena arde; mi pañuelo te protegerá del sol. Tranquilo, vendrán.

Fui feliz hasta que la muerte se llevó al más pequeño de mi casa. Vi a mi madre llorar desgarrada, culparse de todo, de su miseria, de su tragedia. Y me dije, “no, a mí no; a los hijos que la vida me dé no les pasará”. Me contaron que al otro lado del desierto, cruzando el mar, otra tierra brindaba prosperidad, agasajaba al que llegaba con una casa, un plato caliente, un pupitre para los hijos, vendas para las heridas del presente, medicinas para no morir ni de hambre ni de pena.

Vendiendo mis piezas de barro, pintadas con los rojos de mi tierra, en el mercado de aquella aldea, fui sumando monedas. Decían que el viaje sería largo y costoso. Mis hermanas quisieron convencerme de que no me marchase. Ya era tarde. Mi bebé estaba ya de camino; aquel hombre con el que me obligaron a ser mujer no podía esperar… ¡Así se lo lleve la furia del mal a “la cueva de los muertos”!

Dibujo de Julia Hernández, 2º de ESO. Representa la llegada a las costas, después del largo viaje y el sufrimiento, donde espera un futuro mejor para su hijo.

 
No me queda tiempo. En este hato improvisado llevo todo lo que tengo en el mundo y aquí,  en mi vientre, lo que la diosa madre va a regalarme. Ha llegado el momento de comprar con mi latón un asiento en esa barca. No me gusta la cara de ese individuo que vende sueños de ultramar; tiene ya los bolsillos llenos, pero creo que su corazón debe andar vacío y su carne, sin alma.

Había pasado más tiempo del que creía. Meses, estoy segura. Cruzando el desierto sentí tu llamada desde dentro. Venías. Estabas a las puertas del mundo. No me daría tiempo a llegar hasta el mar. Ni sé cómo te alumbré; ni entiendo cómo no me quedé por el camino, anegada en sangre y mugre. “No falta mucho”, prometían; así que te até contra mi pecho con el mismo pañuelo que ahora te arrulla. Los pies magullados. Mi recién carne parida, sollozando y tiritando. Nada podía pararme. Yo quiero zapatos para este hijo. Pan y carne en mi mesa. Un lecho caliente donde abrazar a la única persona que me queda y donde descansar los huesos que ya apenas caminan, se arrastran tras la luz de la esperanza.

Me dolía el estómago; sentía el fuego en mi cabeza. Hacía días que sobrevivíamos con pan seco y agua turbia, pero de mis pechos algo mágico debía brotar, pues tú respirabas y seguías nuestro paso acurrucado a mí. Camina. No pares. Ya llegas. Oigo la furia azul romperse en esta orilla. Hay que llegar al otro lado. Allí está nuestro nuevo hogar.
Acuarela de Lara García, 2º A: "He querido plasmar la visión desde la balsa; si se dirigían a la luz llegarían a Europa. En realidad, sólo eran las luces de las plataformas petrolíferas".

¿Puedes oírme, pequeño mío? Este sol calienta, pero me pareces frío. ¿No hay nadie? ¿Dónde estáis? Mira, flota allí lo que queda del sueño. ¿Quién podrá vivir para contarlo? No me culpes, hijo. Sólo quise regalarte vida, vida con futuro, presente sin hambre, una ventana con vistas a la felicidad. Me desempolvé la aridez de mi pasado, aun sabiendo que en él se quedaba mi propia sangre, mi pura y ancestral ascendencia africana. Sé que el camino te ha parecido interminable; y nos hemos llevado el azote del salitre. No has tenido aún una cuna donde yo pudiera mecerte y cantarte. Abre los ojos, por favor. Me duele tu silencio y tu gesto inerte. Se me encoge el pecho de pensar que puedo en esta otra orilla perderte. Enjugo mis propias lágrimas sobre la piel de tu cara, con este jirón de blusa y de aliento. Sonríe, que hemos llegado. Mira dónde está tu casa…”.

Por Alberto Fernández Flores, 2° ESO



Acuarela realizada por Itziar Gullón, alumna de 3º de ESO







12 comentarios:

  1. Precioso. Y muy triste. Se me remueve todo por dentro. Un besazo.
    Marisa.

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  2. Impresionante. Gracias por compartirlo.

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  3. Tierno y desgarrador. Gracias Emilia

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  4. Que tierno y que duro a la vez.
    Sigue escribiendo!!!

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  5. ¡Madre mía!, es increíble cómo has podido conectar con los sentimientos de tantas madres que están pasando por esa situación . Manejar las palabras ya es complicado, pero transmitir estos sentimientos es algo que difícilmente se puede lograr. Y tú lo has conseguido. Los pelos de punta. Tú como madre, has conectado. Y como profesional de la palabra, nos lo has transmitido de forma increíble. Emilia, tienes que dar un paso adelante con todo esto que escribes. Genial. No tengo palabras.

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  6. Palabras profundas que m gustaría saber de dónde nacen... Un texto, un recuerdo, una noticia... Cómo llegar con tus emociones a llenar y emocionar las mías... Palabras sentidas como si fueran tuyas... Mías... Tu forma de expresar genuina, capacidad de conectar y trasmitir... Ester

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    1. Gracias, Esther. Mi fogonazo, una noticia de la semana pasada. Decenas de inmigrantes náufragos, rescatados en las costas ceutíes. Mujeres y niños entre ellos. Y, entonces, fluyó.

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  7. A veces se olvida que son seres humanos. . . Gracias Emilia por recordarlo.

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  8. He vuelto a leer la historia y me ha encantado. La acuarela es preciosa. Un saludo.

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    1. Gracias, Borja, por tu interés y por dedicarme una segunda lectura. Un abrazo.

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  9. Lo siento Emilia, esta vez no he podido terminado de leerlo, ni siquiera he llegado a la mitad, tienes una forma de expresar las emociones que el dolor se me ha agarrado al alma y me ha superado.

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