lunes, 21 de marzo de 2016

Yo no quiero ser como tú... #NoMásViolencia

Campaña de concienciación "Ni una más ni una menos"

Miguel Lorente, exedelegado del gobierno para  la violencia de género, reitera en varios de sus artículos de opinión para el diario "El País" que cada año 840.000 niños y niñas, aproximadamente el 10% de nuestra infancia, viven en hogares donde los padres maltratan a sus madres como parte de la violencia y como advertencia de lo que les puede ocurrir si deciden dejarlos. "La prevención pasa por adelantarse al problema, no por esperar a que este llegue a las instituciones por medio de la denuncia, sobre todo si comprobamos cómo el machismo sigue lanzando mensajes desde la impunidad contra la respuesta frente a la violencia de género y contra las mujeres. Ese odio es el que mueve a la violencia y el que lleva a que la conducta del violento busque “golpear” allí donde más duele".

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No me grites más. No lo hagas, porque cuando lo haces siento una puñalada de rabia y dolor y pena y vacío, me siento menos yo y demasiado tuyo. Y a ella no vuelvas a mirarla desde lo alto; no aprietes la cuchara cuando en la mesa crees que algo mereces y en tu sitio falta. No le grites tampoco con la sordina de la almohada, porque la furia crece en mí y alimentas mis más terribles instintos.

Yo no quiero ser como tú. Yo no soporto tanta ira y sombra. Creí siempre que eran una manera de ser padre, de ser mi padre, y que si utilizabas ese tono conmigo sería porque yo no merecía otro, porque eso significaba ser hijo del padre, y que así aprendería a ser hombre, marido y padre.

Me di cuenta en aquel partido de basket, en el que invitaron a las familias a jugar y a vernos en la cancha. Los otros niños salieron sonrientes y orgullosos de botar el balón con su madre o su padre, que parecían vergonzosos sobre la pista y frente al aro. Todos actuaron tranquilos, divertidos, menos tú, que me gritabas al acercarte a mi oído, mientras nadie reparaba en nosotros, para que me revolviese contra mis compañeros, para despertar al niño perverso y oscuro que duerme dentro, conmigo. "Corre, muchacho, mete codo y quítasela; no la pases más, lanza, que estás torpe, ¿no ves que son más rápidos que tú? Venga, jodido árbitro, ¡vaya mierda de equipo! Esos padres no saben lo que es ganar y tú no puedes perder, porque, de hacerlo, serás un fracasado".

Ninguno me mira como debe mirarse al compañero de equipo. Cada sábado siento que bajo mi equipación sudan y corren el acobardado chaval y un poco de su padre. Y es que, cuando me gritas desde la grada, siento como si algo de ti se apoderase de mí, como si tu agresividad me poseyera y me hiciese moverme con tus hilos de fiera. Zancada al frente, balón que bota, no veo a nadie más, sólo la red o el contador, ni siento sed más que de marcar, aunque otro caiga.

Pero luego sufro porque no me siento bien tras esa máscara enfadada y ese lenguaje que he aprendido de ti. Y veo que quiero acercarme a esa niña de mi clase que tanto me gusta y no sé; y quiero que me dejen jugar en los partidos del recreo y siento que nadie quiere elegirme para su equipo. En clase, rehúyen de sentarse junto a mi mesa, porque dicen que pego, que soy el bruto y que no comparto ni respeto.

Gracias, papá, por haberme convertido en esto, en el niño que gruñe y que sólo sabe jugar al baloncesto si es para marcar y ganar, dejando al compañero de equipo con cara de frustración y de "soy invisible". A ese, primero quiero gritarle que es un inútil y pasmarote y me gustaría que el entrenador lo echase; lo empujaría hasta tirarlo al suelo, por memo y lento. Pero, de repente, se me viene a la cabeza tu imagen zarandeando a mamá, chillándole y reprochándole lo que no hizo bien, haciéndola llorar de vergüenza y sofoco, arrinconada en la esquina del salón, como una niña asustada, temblorosa, como mi compañero cuando le grito que en qué estaba pensando mientras corría y corría sin soltar el balón. Y siento en ese momento que se me enfrían el sudor y el ánimo, me arrodillo frente a ese muchacho sin saber muy bien qué hacer, si ayudarle a ponerse en pie, o abrazarle contra mi camiseta o seguir hundiéndole en su fracaso como jugador, como madre.

 "¿Por qué no te levantas y te enfrentas a tu rival, cobarde? ¿Por qué dejas que jueguen en vez de contigo contra ti? ¿Por qué le sirves silenciosa y dejas que desdibuje la alegría, pones la otra mejilla y te abandonas a la ley del más fuerte? Empuja tú también y demuestra tu juego; corre y no mires atrás; salta, que no hay piernas más fuertes y largas que las tuyas. Gana y bloquea su ira y rencor. Mamá, no me dejes más gritarte; no permitas que él se acerque a ti, si no es para pedirte perdón. No mereces el juego sucio ni su agresivo codazo en la cancha ni su hiriente insulto, porque los compañeros de equipo, los que se han elegido para batirse con la vida y medirse en el triunfo y en la derrota, no deberían comportarse como enemigos. Uno no debería vivir a la sombra del otro. Tú no tendrías que sentir su furioso aliento en el cuello mientras te arrincona contra las cuerdas, culpándote a ti de su fracaso.

¡Ni la toques! ¡No te atrevas! Porque esto que me has enseñado, este odio que se ha ido anidando en mi pecho puede que un día crezca, me inunde y te arrase sin clemencia. No levantes más la voz desde tu soberbia grada de pequeño hombre que se cree mejor que los demás hombres, los demás padres. No sé si ellos serán mejores o peores, pero sus hijos y ellos me parecen felices y sonríen.

Yo no espero que me sonrías; sólo deseo que un día, al llegar a casa, no haya gesto gris ni lágrimas en su cara. Sus ojos brillarán satisfechos, orgullosos, por haber sido capaz de frenar tu puño y tu odiosa palabra. Te habrás ido. Estaremos solos, pero listos para jugar y, quizá, ganar.


Teléfono de atención a las víctimas de malos tratos: 

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, por medio de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, presta el Servicio telefónico de información y de asesoramiento jurídico en materia de violencia de género, a través del número telefónico de marcación abreviada 016. Además las consultas se pueden dirigir por correo electrónico al servicio 016 online: 016-online@msssi.es

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