Cartuja de Valldemossa (Mallorca) |
"Todo lo que el
poeta y el pintor pueden soñar, la naturaleza lo ha creado en este
lugar".
Aurora Dupin (George Sand)
Había escuchado muchas veces a mi madre el relato de su luna de miel a Mallorca. De ella recordaba con especial cariño la visita a la Catedral de Palma, el Palacio de la Almudaina, las Cuevas del Drach, en Portocristo, Pollensa... Pero, sobre todo, un lugar volvía a su memoria con un aire especialmente evocador y romántico. En Valldemossa, al noroeste de la isla, la pareja descubrió que todas las calles empedradas y empinadas conducen al corazón de la villa, el monasterio de la Cartuja.
En aquel enclave abundan las fuentes; el pueblo está rodeado de una abundante y frondosa vegetación (olivos milenarios, encinas, almendros...), por eso te envuelve al llegar una sensación de calma y quietud seculares. Se conserva allí la casa natal de la santa más venerada de Mallorca, Catalina Thomàs. Destaca también por su ubicación la iglesia parroquial, originaria del s. XIII. Pero, el emblema de Valldemossa ha sido y es, sin duda, el monasterio de la Cartuja. Desde 1835, cuando se produjo la exclaustración definitiva de los monjes cartujos, el monasterio pasó a manos privadas. Esto explica la decoración actual, típica de un casal mallorquín, resultado del cambio y la adecuación al nuevo uso residencial. Huéspedes ilustres han contribuido desde entonces a enriquecer la historia del lugar: Rubén Darío, Azorín, Unamuno, Santiago Russinyol, Eugenio D'Ors...
Se trata sin duda de un viaje al pasado, en el que lo más sugerente termina siendo siempre la visita a la celda donde se alojaron dos ilustres representantes del Romanticismo francés, el famoso compositor polaco Frédéric Chopin y su compañera, la escritora Aurore Dupin, más conocida por su alias de George Sand. Las huellas de su breve aunque intensa estancia (diciembre de 1838-febrero de 1839) ha originado desde entonces un incesante peregrinaje.
Mucho se ha escrito sobre las circunstancias que condujeron a
la pareja a Mallorca; el espíritu romántico les imaginó siempre en el papel
de enamorados, de amantes, aunque, al parecer, sus caminos no estuvieron
nunca en la misma línea. Solo en estos meses de invierno de retirada en la
Cartuja pudieron conocerse, profundamente, al compartir los silencios, las
luces y las sombras del genio creador que ambos poseían.
La estancia de Chopin y Sand significó, según nos cuentan,
muchas más cosas. Para la escritora, la vida en la Cartuja le procuró la
inspiración para escribir su novela Spiridión, mientras que
Chopin, desde su celda, "resguardado de la intensa lluvia, frágil, casi
sin fuerzas por su enfermedad", compuso la mayoría de sus Preludios,
la Polonesa en Do menor, op. de 40, o la Mazurca en Mi
menor, op. 41 n°2.
Valldemossa, enero de 1839
Lo veo pasear entre las sombras del jardín,
guareciéndose del sol y de sí mismo, de los demonios que le rondan por dentro,
esa maldita enfermedad que terminará llevándose, cruzando las aguas frías, a un
genio.
La busca en el perfume de la rosa, en el anaranjado reflejo del
pez que nada en el estanque; puede que ande escondida donde se cruzan las nubes
al rozar la montaña, seductora con su paso taciturno quizá se deslice sobre
estas piedras de la Cartuja.
Persigue a la musa para que
le susurre entre sueños las notas de sus nocturnos. Sueña imposibles.
Imposible más belleza. Imposible más vida, le dijeron sus doctores. Esta isla
puede que le esté regalando dos o tres inviernos más. Parece llegar hasta aquí
la brisa del mar, un aroma a sal que viene a rescatar al músico náufrago. ¿A
quién buscas, querido? ¿Adónde va tu alma errante? ¿Y tus dedos elegantes?
Envidio la caricia que reservas siempre al marfil de esas teclas, la dulzura,
el desdén, la tristeza o la pasión con que las abrazas, las ruborizas, las
acunas.
Secuestrado en esa partitura, quizá la penúltima,
apenas si reparas en que yo también ando buscando la belleza que inspire mis
letras. Quizá ni me hayas visto, observándote tras el cristal, llamándote en
silencio, mientras tú tratas de arrebatar la música al incauto pajarillo que ha
llegado hasta estos muros.Ya veo la tinta de esta pluma que escribe recostada sobre el
pentagrama. Mi trazo juega con las líneas y sus notas; abraza mis contornos y
escribe tu música. No busques más entre las sombras, que yo soy tu luz, yo tu
Aurora.
http://fotosantiguasdemallorca.blogspot.com.es/2011/11/frederic-chopin-y-george-sand-su.html?m=1
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