Penélope, la tejedora paciente |
Sedujo
tu alma y te enredó
como a un minúsculo e insignificante pez.
Saltaste y te hundiste con ella dejando a su suerte tu nave, el rumbo y la espumosa estela
que de mí te apartó una vez.
No quería creerles. No podía ser.
Alta traición a quien tejiendo años teje,
esquivando amores y esperando la suerte
que, como viento aliado, mueva los mares
y traiga a los héroes
que a casa debieron volver.
Que soy yo tu Ítaca,
Tu principio y tu fin.
Que así lo quiso el destino,
que así lo escribió el Poeta...
Que por más que su canto te engañe,
No hay isla ni hogar verdadero
Allá donde en paz no te halles.
Recuerda que fui tu primera huella.
Tú, mi primer gran amor verdadero.
Y aunque guerras, cíclopes y sirenas
hayan querido desviar el sendero,
confundirte castigándome a mí,
se acerca ya la gran tormenta,
la que rescate al Ulises hundido,
para devolverle a esta lejana orilla
donde la tejedora incansable espera,
con el agua bordeando los tobillos,
la señal, la llegada, el último
gran amor que empuja la vela...
Ulises y la sirena |