Todos hablan hoy de ti como si de toda la
vida; te festejan y alaban, te traen y te llevan, como tantos otros antes,
siempre, desde entonces, desde que decidiste lanzarte al camino y hacer de tu
nombre leyenda.
Y escucharles evocar tu figura y tu andanza me enorgullece, amigo, pues nadie mejor que yo sabe lo grande que fuiste, y eres y serás, el soñador, el loco cuerdo a quien muchos les gustaría poder imitar.
Y escucharles evocar tu figura y tu andanza me enorgullece, amigo, pues nadie mejor que yo sabe lo grande que fuiste, y eres y serás, el soñador, el loco cuerdo a quien muchos les gustaría poder imitar.
Mas nadie, sino yo, conoce en verdad la
grandeza de tu espíritu como hombre y de tu alma de caballero. Y no sólo porque
quisieses "desfazer entuertos y encantamientos" y batirte en duelo
con cuantos quisiesen deshonrar tu gesta. A mí me elegiste como compañero con
quien hacer realidad la sin par hazaña. Y, para ello, tuviste que contagiarme
primero de tu ideal, convencerme de que yo no era quien creía, un ser condenado
al olvido y despreciado por su poco valor. Hasta que no apareciste tú, envuelto
en tus alborotadas palabras y aventuras de castillos, princesas, ínsulas y
bálsamos mágicos, yo apenas sentía ganas casi ni de existir; unos ojos sin
vida, sin brillo, un cuerpo sin hambre por el que ningún labriego habría dado
ni una moneda, menos aún un caballero de valientes propósitos, a no ser que ese
caballero fuera alguien capaz de transformar el mundo a través de su mirada,
cambiar el molino por gigante, el ventero por señor principal y la rústica moza
del pueblo por dama y señora, bella sin igual.
Dibujo del escultor serbio Dušan Rajšić |
Así que, cuando reparaste en mí, viste más allá de mi apariencia
enclenque y deslucida, pues creíste que sobre mi lomo podrías recorrer las
tierras castellanas, buscando lances y ocasiones con las que dar fama al
hidalgo, al que recordarían como Alonso Quijano el Bueno en su pueblo y como
Don Quijote de la Mancha, en los libros venideros.
Y puedes dar por cierto que tu primer gesto de bondad fue sacarme
de la sombra de mi establo, mirarme con la firmeza del guerrero y hablarme de
tus alocados planes, con el convencimiento de que yo podía convertirme en tu
aliado, yo, el flaco, el que ni nombre tenía hasta que, con una palmada y gesto
grave, me bautizaste, para los restos, como Rocinante. Creo que sólo con el
nombre recuperé gran parte del orgullo perdido, del amor propio que otros
pisotearon. Y ya cuando te tuve sobre mí, cabalgando erguido junto a tu lanza,
sentí un espíritu nuevo, un corazón antes dormido y ahora acelerado de emoción
y ansioso por trotar los caminos. Y pensé "yo soy; yo puedo; él lo dice y
yo le creo". C
Con el primer "arre" ya no hubo "so" que frenase mis ganas de ser más veloz que el viento, de llevarte a los confines de aquellos campos de Montiel, de sentir mis renovados músculos luciendo fuerza en cada paso y mi crin, ahora elegante, sirviendo de agarre para evitar tu caída y asegurarte la heroica hazaña. Y cuando diste con los huesos de bruces en el suelo, en algún lance malogrado, te llevé a casa como haría el buen amigo leal en que me habías convertido.
Con el primer "arre" ya no hubo "so" que frenase mis ganas de ser más veloz que el viento, de llevarte a los confines de aquellos campos de Montiel, de sentir mis renovados músculos luciendo fuerza en cada paso y mi crin, ahora elegante, sirviendo de agarre para evitar tu caída y asegurarte la heroica hazaña. Y cuando diste con los huesos de bruces en el suelo, en algún lance malogrado, te llevé a casa como haría el buen amigo leal en que me habías convertido.
No sólo me creí fuerte, sino también valiente y
tal fue el embrujo de tu sueño de caballero que juraría haber embestido aquel
día al más horrible gigante que quiso matarnos y hasta prendado quedé de la
beldad de la "Dama del Toboso". Quizá es que fui loco, pero feliz.
Gracias a ti pude ser la mejor versión de mí, aunque otros dudasen de la pureza
de mi sangre y se burlasen de mi adelgazado porte. Contigo el mundo merecía la
pena; la vida, un sueño posible. La muerte en batalla, un riesgo para
valerosos, un destino no tan fatal si llega el final como merecido descanso al
caballero de la Blanca Luna, al de los Espejos, al de la Triste Figura.
Gracias doy al cielo y a la pluma de don
Miguel, que con razón, por traerte a mi lado y hacer de mí un rocín de hidalga
casta, le llamaron desde entonces "príncipe de los ingenios". Guarde
Dios su honorable alma.
Como siempre una maravilla. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias, Olga. Un abrazo.
ResponderEliminarGenial Emilia una vez más. Me encanta que Rocinante pueda expresarse así, ¡qué bonito! ¡Y qué ingenioso!
ResponderEliminarGracias, Almudena, siempre tan generosa y sensible. Un abrazo.
EliminarHoy. Antonio Gómez me decía que había tres tipos de personas: los que construyen energía, los apáticos y los que los destructores. Todo es necesario a nivel científico. . . . Yo me voy con el Quijote. . Los generadores de energía son apasionantes. . . . Gracias por ser otra generadora
ResponderEliminarGracias, Cata. Ése es el mayor de los halagos. Poder generar energía resulta muy inspirador. Lo mejor es que todo lo que se proyecta crece también dentro de uno. Un fuerte abrazo y gracias de nuevo por leer y comentar.
EliminarPreciosa historia de amor y amistad universales.. Tan bonito como haberte encontrado en mi vida...gracias por rescatar a todos los afables y verdaderos Rocinantes que por el mundo han sido
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