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sábado, 24 de diciembre de 2016

La Nochebuena de la abuela Mónica


Casi todo el mundo considera la Nochebuena el día navideño por excelencia; y lo ha sido para muchas generaciones sin necesidad de que un gordinflón rojo alimentara ilusiones con sus regalos y sus nórdicos renos. Recordamos nuestras  Nochebuenas de infancia por la reunión familiar, la cena entre langostinos, entremeses y turrones, los villancicos populares al pedir el aguinaldo y, para algunos, por la "Misa de Gallo" que coronaba la "Noche de noches".

Mi abuela era una mujer de tradición y familia. Quizá por eso quiso instaurar entre sus hijos, nietos, y a la postre bisnietos, la hermosa costumbre del "Niñico Jesús". La Nochebuena era el único día en que conseguía reunirnos a todos en torno a su mesa, cinco hijos, con sus respectivos cónyuges, y doce nietos; así que debía hacer del encuentro un momento único e inolvidable. Ponía todo su esfuerzo engalanando la casa con un hermoso Nacimiento y nos agasajaba con elaborados platos y artesanos mantecados y toñas (un dulce navideño bañado en miel típico de Almoradí y alrededores).

Antes de la cena se escuchaba con atención el mensaje navideño del Rey. Mi abuelo siempre fue un monárquico convencido y la Nochebuena disfrutaba comentando sus inquietudes ideológicas con hijos, yernos y nueras. 

Tras unos villancicos con el acompañamiento al piano de mi madre, ¡todos a la mesa! Los niños, en un apartado especialmente dispuesto para ellos. Y, ya hacia los postres, un golpe seco en la gran puerta del salón nos dejaba a todos los pequeños expectantes e ilusionados. ¡Por fin había venido el Niño Jesús! Para celebrar su Nacimiento, el Niño lleva a todos los niños buenos regalos y dulces. Jolgorio, fiesta y juego con los primos. Alguna desilusión para quien espera alguna muñeca en vez de tanto y tanto libro (ya me iban marcando camino).

De aquellas Nochebuenas ha quedado en la memoria el sabor del turrón de chocolate junto al de los primeros sorbos de sidra y el olor dulzón del plástico de las primeras muñecas, aligerados por el helado ambiente del coche en el viaje de regreso a casa, cargado de ilusiones infantiles.

Y también una tradición que he perpetuado a través de mis hijos. Esta noche, los tres esperan la llegada del Niño Jesús y sus presentes navideños. Saben que en las casas de sus amigos hay otras costumbres y mágicas visitas. El mundo es grande y son muchos los niños a los que hay que hacer sonreír. En nuestra casa, en Nochebuena seguiremos cantando y esperando al "Niñico Jesús" de la abuela Mónica.

Feliz Noche a todos.